“Con los 200mil dólares que sale una lancha me compro una casa”

Alejo De Palma, bicampeón mundial, se definió como un hombre sin cábalas y, a un mes de haberse consagrado nuevamente, contó cómo vivió ese momento junto a su gente, las dificultades del deporte y qué le depara el futuro.

Por Micaela Piserchia
@micapiserchia

Los recuerdos de su segundo campeonato quedarán en su retina por mucho tiempo, o al menos el que él se disponga a sostenerlo. Alejo De Palma, rosarino de 35 años, ganó la medalla de oro de la categoría Master en el Mundial que se hizo en Escobar hace un mes y se carga en su haber el segundo título mundial de su carrera después del obtenido en 2015.

A pesar de ser un rider experimentado, De Palma admitió que afrontó mucha presión antes de correr primero por ser el defensor del título y también por ser local.

“La verdad es que todavía no caigo, me emociona de pensarlo de nuevo; la buena vibra hizo que saliera todo así. Te puedo asegurar que lo vivido ahí fue como si hubiera una barrabrava: después de la primera pasada frenaba al fondo para bajar las olas y arrancar de vuelta. Cuando freno, me quedo concentrado en el agua y empiezo a escuchar un murmullo y digo ‘¿de dónde viene eso?’, y miro y eran todos los chicos cantando desde el muelle, no podía creer que se escucharan esos gritos y pensé ‘qué energía, qué ganas’… Además eran las últimas posibilidades de medalla, se habían ido varias. Lo peor es que salía último, vi a todos y eso te puede meter mucha presión. Si se cayeron, el puntaje que les dieron, los trucos que hicieron; de algunas cosas te enteras y a algunos no les gusta mirar. Esos nervios no se te quitan ni con los años, ya van 20 años que hago el deporte y estar ahí en el muelle es una sensación terrible, pero es parte de esto”.

“Ese día dejé toda la noche la medalla colgada, ahora a mi hermana se le ocurrió hacer un cuadro con ella y pechera para colgarlo en una pared”, confió el rider argentino representante en los Juegos Mundiales de Polonia del año pasado. Si bien fue un Mundial espectacular, de gran nivel y con excelente organización, para Alejo ganar el título fue más que esa medalla dorada colgada: “Se me desplomó el cuerpo por la tensión de todo el Mundial en general, de venir desde atrás trabajando, yendo a buscar gente al aeropuerto, cortar papelitos, plastificar credenciales… Fue un ‘la puta madre, me lo merecía’, manifestó entre risas. Asimismo no se considera azaroso ni se ata a las cábalas, “porque todo lo que pasa es arriba de la tabla”.

Hombre de familia “gamba”, tuvo la suerte de que lo vieran campeón las dos veces que lo logró: segundo hermano varón después de Teky, con mamá Silvia y papá Enrique y dos hermanas –Jorgelina y Agostina- a las que gusta mucho de cuidar. Alejo divide su vida en dos, la que hace en Rosario y la que hace en Miami. En Rosario se dedica a dar clases en una isla cercana a la ciudad para mantenerse y en Estados Unidos ejerce su rol de rider a pura exigencia.

De Palma tiene conocimiento de que el wakeboard es un deporte muy caro de practicar y que en Argentina es menos redituable aún: “El estilo de lancha que se requiere para estar en el más alto nivel cuesta 200 mil dólares y la verdad es que no se amortiza, con esa plata me compro una casa o un negocio que me dé mas plata. No deja de ser un hobby amateur, vivo de eso porque me muevo. Distinto es afuera, donde te pagan el vuelo y donde vivís, siempre nos va mejor fuera que en Argentina, donde la inflación hace que todo el equipo sea caro y el combustible, otro elemento que dificulta mucho la actividad”.

El show debe continuar y De Palma continuará con sus viajes y giras para seguir perfeccionándose. Definiéndose a sí mismo como “el valiente” que prueba nuevos trucos aseguró que se mantendrá firme en el circuito y evaluará si competirá en la categoría Open o Master, dependiendo del torneo y los participantes.

Mirando al futuro, le tiró un guiño a los hermanos Ulf y Kay Ditsch (Junior)  y espera “que superen aún más al maestro, porque ya lo hicieron”.

Foto: Surf and Rock