María Sol Ordás habló luego de su medalla de oro ganada en uno de las finales más electrizantes para el remo argentino. Un repaso por lo que vivió y disfrutó en el Dique 3 de Puerto Madero.
La familia Ordás atravesó buenas y malas tanto dentro como fuera del deporte.
Su padre, Damián, remero que disputó Sydney 2000, había tenido un problema cerebro vascular que no le permitió correr por mucho tiempo. Por suerte, está de regreso en las aguas de nuestro país enseñando a los más pequeños en el Club Regatas de San Nicolás.
Hoy María Sol Ordás disfruta de su familia. Sus seres queridos que siempre la acompañaron y apoyaron a lo largo de este proceso que se llama ser un atleta de elite.
Un miércoles con un día hermoso y la pista de remo a pleno total. El Puente de la Mujer, los balcones y terrazas de los edificios y oficinas de Puerto Madero vibraron con la gran final.
Argentina, Suecia, Estonia y Uzbekistán le dieron duro a las palas para llegar a a esa meta interminable. “Me siento muy orgullosa. No puedo creer que esto esté terminando. Hace cuatro años estamos trabajando y terminamos muy contentos y orgullosos por lo que se logró. No solo yo, sino también por los chicos ayer (martes)”, expresó Ordás.
Siempre el comienzo en una competencia de este tipo es primordial la salida y así lo expresó: “Para los primeros metros era donde más tenía que estar concentrada porque después pasas el Puente de la Mujer y te dejas llevar por la gente; porque son ellos lo que hacen la fuerza. Traté, al principio, de estar lo más concentrada y sacar la mayor cantidad de metros posibles”.
Contanos un poco del proceso hasta llegar acá, ¿cómo fue el entrenamiento?
Venimos entrenando mucho y estábamos los dos botes muy preparados para hacer estas cosas (de bajar tiempos) practicamos muchas veces de tirar muchas de 500 metros o a esperar media hora y volver a tirar así que estábamos preparados para poder hacerlo. Si bien bajé mi tiempo, nunca lo había puesto en ese registro, pero más que nada te dejas llevar por la gente y en una final era un día, y ese día y lo iba a dejar todo.
¿Qué le recomendarías para aquellos que quieren empezar a practicarlo?
Es un deporte difícil, hay que hacer mucho esfuerzo pero se llega. La recompensa que me deja el deporte más allá de la medalla es el compañerismo que hay. El apoyo es importante, y si viene de tu familia mejor. Mis padres son importantes porque me apoyan en todo lo que hago o en las decisiones que tomo.
Feliz por el apoyo de la gente, se dio muchos lujos: ser la primera campeona olímpica de remo en la historia y hacerlo en Buenos Aires.
Foto: COA