Se apagó el pebetero en la Villa Olímpica de Soldati pero la llama quemará para siempre en todos aquellos que vibraron con el Juego récord, Buenos Aires 2018.
Después de 12 días de emociones, Buenos Aires 2018 terminó. Un Juego totalmente exitoso a nivel deportivo y también social, que recibió a más de 700mil personas y explotó los estadios de principio a fin.
La ceremonia de clausura fue más exclusiva que la de apertura en la 9 de Julio: se realizó en la Villa Olímpica y fue solamente para delegaciones y periodistas. El escenario en el que los deportistas vivieron sus días de ensueño, los vio despedirse.
En una ceremonia corta que duró menos de una hora, hubo un show de apertura, luego el himno nacional en versión folklórica y en la voz de Melina Moguilevsky para dar paso al desfile de banderas. Sol Ordás fue la portadora de la insignia nacional después de haberse consagrado campeona olímpica en remo.
Gisella Bonomi y Richard Kierkegaard realizaron la promesa olímpica y, con mucha rapidez se desarrolló el traspaso de sede. Allí esperaron atletas y funcionaron de Senegal, próximo país organizador en 2022, siendo los primeros Juegos Olímpicos en África, en la ciudad de Dakar.
Con un toque de melancolía, la llama del pebetero fue perdiendo fuerza y finalmente se apagó. Lo que no se apagará jamás será el recuerdo de unos Juegos Olímpicos de la Juventud exitosos, que tuvieron como protagonistas a las 32 medallas nacionales, pero por sobre todas las cosas, a la gente. Con récord de más de un millón de espectadores, Buenos Aires 2018 superó las expectativas y hoy día no se descarta que sea ciudad candidata en 2032.
Todo es posible. Todo fue perfecto. Adiós Buenos Aires 2018.
