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Básquet

Cada día vale más

Hace dos años, Argentina logró algo que ningún país nunca pudo. Dejó a Estados Unidos fuera de una final olímpica con jugadores NBA. Luego la Generación Dorada se quedó con el oro en Atenas 2004, y el conjunto norteamericano no volvió a caer en territorio internacional.

Por Fernando Torok

La historia reciente, y la total, ayuda a entender lo que logró el básquet argentino en los Juegos Olímpicos de Atenas 2004. Estados Unidos logró el pasado domingo 21 de agosto su tercer oro en Río luego de vencer a Serbia (110-84) con Kevin Durant, Carmelo Anthony y Kyrie Irving a la cabeza. Fue su 25° triunfo al hilo a nivel olímpico (medalla de bronce en tierras griegas, 8-0 en Beijing 2008, 8-0 en Londres 2012 y 8-0 en Río 2016).

Pero antes de volver a recuperar el respeto de todo el mundo, el 27 de agosto de 2004 Estados Unidos vivió su peor catástrofe basquetbolísticamente hablando. Tras una traumática primera fase que incluyó derrotas frente a Puerto Rico (primer autor de una caída estadounidense a nivel olímpico con jugadores NBA desde Barcelona 1992) y Lituania, el equipo norteamericano llegó a los cuartos de final con el cuarto lugar en la fase de grupos. Sin embargo, la victoria frente a España parecía reavivar las esperanzas de volver a estar en lo más alto del podio con un equipo dotado de talento para lograrlo.

Y allí, en semis, apareció Argentina en el camino estadounidense. Sí, esa Argentina que en el Mundial de Indianápolis 2002 le dio un golpe durísimo en su casa. Un 87-80 para que la generación de jugadores le abra los ojos al mundo del básquet y a la mismísima NBA. De hecho, días después de la derrota estadounidense frente a la Albiceleste Emanuel Ginóbili se sumó a San Antonio Spurs y nueve meses más tarde fue el primer argentino en alzarse con un anillo NBA luego de vencer en la final a los New Jersey Nets (actualmente radicados en Brooklyn).

En ningún momento Estados Unidos fue superior. Arrancó un poquito más efectivo de la mano de Marbury y porque en los rebotes se hizo valer. Pero a medida que fue pasando el tiempo el técnico Rubén Magnano hizo los ajustes justos. El equipo marcó mejor y fue más poderosa en los tableros. Limitando la anotación rival y aprovechando la explosión de un incontrolable Ginóbili, fue sacando adelante el juego hasta irse al descanso arriba 43-38 luego de un gran triple para acercarse de LeBron James.

Pero en la segunda mitad Argentina volvió a vaticinar lo que luego terminó ocurriendo. Ginóbili siguió muy anotador (29 puntos), Pepe Sánchez le dio orden al equipo, Scola y Oberto controlaron a Duncan y Odom, mientras que el Chapu Nocioni tuvo su usual pasión en ambos lados de la cancha para bajar a Marion. Sorprendidos, maniatados, sin lugar a respuesta, los estadounidenses fueron desapareciendo de la cancha ante unos argentinos que le dieron una lección de honor y de respeto.

Fue un 89-81 que retumbó del Hellinko Indoor Arena hacia el mundo. Por primera vez Estados Unidos no iba a poderse alzar con un oro luego de participar con doce jugadores NBA (no lo había logrado en Munich 1972 y Seúl 1988, además de la no aparición en Moscú 1980). Argentina lo logró frente a Italia con un inolvidable 84-69.

A medida que los años pasan, se va notando la epopeya de un triunfo que ocupará siempre el primer lugar en los espacios FIBA. Estados Unidos vuelve a mostrarse como imposible de vencer por otros países que muestran gran nivel basquetbolístico pero que no logran ni rasguñar al mejor de todos.

Por eso cuando el Dream Team venció a Argentina en cuartos de Río 2016 se puso de pie. Porque su gran monstruo, su peor pesadilla, finalmente dijo adiós. Ginóbili, Nocioni y Delfino se despidieron de tierras cariocas sin un nuevo podio como lograron hace dos años en Atenas y ocho en Beijing 2008 (bronce), pero con el eterno de respeto de la máxima potencia del deporte. Y eso es más grande que cualquier medalla dorada.

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