El saludo “Black Power”: un antes y un después en la historia del olimpismo
En 1968, en los Juegos Olímpicos de México, Tommie Smith y John Carlos realizaron el gesto político más importante de las últimas décadas.
La década del 60’ fue, sin dudas, una de muchos cambios en el mundo occidental. Luego de la carrera lunar, con el movimiento hippie en su punto más alto, Estados Unidos atravesaba varios problemas sociales. Uno de ellos era la fuerte discriminación racial que padecía la comunidad negra, sobre todo en las zonas más pobres del país. En 1968, luego del asesinato de Martin Luther King, México albergó una nueva edición de los Juegos Olímpicos.
El 16 de octubre, los flashes se los llevaba los 200m libres, una de las pruebas más importantes del atletismo. El gran candidato a quedarse con la medalla dorada era el estadounidense Tommie Smith, de descendencia afroamericana, que había sido el más rápido en las pruebas anteriores. Además, también contaba con otro compatriota, John Carlos, que buscaba meterse en un lugar del podio.
La carrera se la llevó Smith, tras conseguir un tiempo de 19s83, que fue récord mundial en ese momento. Detrás de él quedó el australiano Peter Norman y el podio lo cerró John Carlos. Sin embargo, con la llegada del podio, la carrera pasó a un segundo plano. Los dos estadounidenses tenían claro algo: dejarle un mensaje a los políticos de su país y a todo su pueblo, sobre todo a su comunidad.
A la hora de salir al podio, tanto Smith como Carlos salieron descalzos, para mostrarles al mundo la pobreza que padecían las personas negras en Estados Unidos. A su vez, el campeón olímpico se puso una bufanda negra para visibilizar las desigualdades sociales. No obstante, lo más importante fue lo que ocurrió a la hora de escuchar el himno nacional: tanto Smith como Carlos levantaron una mano cada uno, con un guante negro. No solo eso, sino que Peter Norman, subcampeón olímpico, los apoyó en todo momento y que, además, tenía una insignia en su campera por los derechos humanos.
Igualmente, todo esto significó un grave problema a los tres deportistas. Para el caso de los estadounidenses, el Comité Olímpico de su país quería expulsarlos de la Villa Olímpica, porque consideraban que habían roto la postura apolítica que mantuvieron durante tantos años los Juegos. De todos modos, el Comité Mexicano hizo todo lo posible para que se quedaran hasta la finalización del evento, cosa que finalmente hicieron.
Por otra parte, una vez que aterrizaron en su país, los dos deportistas debieron mudarse, junto con sus familias, por distintas amenazas que sufrieron en tan poco tiempo. Además, en un comienzo, les costó volver a participar del atletismo, debido a la marginalidad que les provocó su gesto en México 68. Mucho tiempo después, tanto Smith como Carlos, fueron reconocidos por la sociedad estadounidense y el mundo olímpico, como un gesto para ponerle fin a la discriminación racial.
Por último, Peter Norman no corrió la misma suerte. Una vez que volvió a Australia, el velocista fue expulsado de la Federación australiana. Es más, para los juegos de Múnich 72’, Norman era el australiano más rápido, pero se decidió que no participara de los Juegos. No solo eso, sino que, debido a esta marginalidad, el subcampeón olímpico fue diagnosticado con depresión y cayó en el alcoholismo. En el 2004, Norman falleció, luego de un problema cardíaco. En su velorio, tanto Smith como Carlos, llevaron su ataúd hasta su tumba, lo que muestra la relación de estos tres deportistas, más allá de las pistas.