
Un camino marcado por autoridad, adaptaciones y resultados contundentes. Argentina vuelve a estar entre los cuatro mejores tras 18 años.
Por Ramiro Slemenson (@Ramislemenson)
Argentina arrancó el Mundial Sub-20 en Chile con paso firme. En la fase de grupos, fue clara desde el debut: ganó 3-1 ante Cuba, luego venció 4-1 a Australia, y cerró la etapa con un triunfo ajustado 1-0 sobre Italia. Con esos resultados, se colocó como líder de su grupo y accedió con solvencia a la fase de eliminación directa.
En octavos de final enfrentó a Nigeria y goleó 4-0. Esa victoria reafirmó no solo la contundencia ofensiva, sino también el equilibrio defensivo en momentos de presión. El equipo mostró madurez para manejar los tiempos y no desesperarse ante las propuestas rivales.
Ya en cuartos, contra México, Argentina dio un paso decisivo. El equipo no soltó la iniciativa. Con control del balón, equilibrio defensivo y capacidad para golpear en los momentos justos, venció 2-0 y selló su pase a semifinales. Con ese triunfo, rompió una sequía de 18 años sin estar entre los cuatro mejores del mundo.
El plantel que ha construido Diego Placente muestra dos rasgos fundamentales: versatilidad y estructura colectiva. Ataca con convicción, pero sabe cuándo retroceder y compactarse. Su solidez surge del bloque, más allá de las individualidades.
En ese sentido, el protagonismo ofensivo de Maher Carrizo y la astucia de Alejo Sarco marcan la diferencia cerca del área. En defensa, Dylan Gorosito y Julio Soler se muestran firmes en los duelos directos y seguros en la salida, sostenidos por una línea que aprendió a convivir con la presión alta y el retroceso rápido. En el mediocampo, Milton Delgado y Valentino Acuña aportan equilibrio, precisión y lectura, siendo claves para conectar la recuperación con la generación de juego.
El grupo también ha demostrado recambio que no bajan el ritmo, respuestas ante adversidades, y solidaridad entre líneas. Tres partidos consecutivos sin recibir goles hablan de compromiso colectivo y concentración constante.
El próximo adversario será Colombia. Se cruzan dos selecciones con historia y ambición. Argentina llega con ascendencia y con la experiencia del rendimiento sólido como carta fuerte. Ahora le toca demostrar en semifinales si su recorrido será más que una promesa.
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