La guerra de Malvinas es y será una huella que pisa fuerte en la memoria de los argentinos cada 2 de abril que se cumple aniversario. El deporte no es ajeno a esto.
Por Matías Montoya
(@matomontoya)
Un hombre salió al balcón a pedir ayuda y vitorear para que la bandera argentina flamee bien alto. Ese hombre pronunció palabras con el ego y el hedor etílico siendo rey en su cuerpo: “Si quieren venir que vengan, les presentaremos batalla”.
Aquel 2 de abril de 1982 estaba por hacerse presente en la Casa Rosada Alexander Haig a la Argentina en lo que se llamó el plan de negociación sobre el Conflicto Malvinas.
Dicho conflicto le vino como anillo al dedo a Galtieri y más aún a una debilitada Junta Militar que veía con buenos ojos el avistamiento de la incipiente guerra contra el Reino Unido. La propaganda militar sirvió para levantar su imagen ante el público. Nada de esto sucedió.
Gran Bretaña ganó por afano y Argentina sufrió la peor derrota en su historia, no sólo por el engaño propagandístico que se comenzó a realizar por parte del periodismo fogoneado por los militares, sino que miles de pibes iban al campo de batalla sabiendo que no iban a regresar o que si regresaban tenían que empezar otra guerra: la psicológica y la de ser alguien en la nueva vida que comenzaran.
A 38 años de la guerra, los recuerdos son imborrables. Más aún en estos días, donde el periodismo ha logrado sembrar nuevamente esa palabra pero para la lucha contra el virus COVID-19. Si bien está en nosotros saber tomar los recaudos necesarios, el Gobierno comenzó una propaganda para que la fuerza de la palabra `guerra´ no sea en vano.
El deporte es salud
1982. España. Con apenas 21 años, Diego Armando Maradona hacía su debut en un Mundial. En aquella oportunidad Argentina debutaba frente a Bélgica un día antes de la rendición de los soldados ante los ingleses. Ninguno de los jugadores sabía lo que estaba pasando realmente. Argentina perdió ese partido debut 1 a 0 en el Camp Nou de Barcelona.
Cuatro años más tarde, en México ´86, otro Diego Armando Maradona daba pruebas fehacientes que lo suyo en el mundo fútbol era serio. Con tan sólo 25 años, esquivó rivales y pinceló, el 22 de junio frente a Inglaterra, el gol más hermoso que se haya dado en un campo de juego y ante un rival que nos había quitado terreno que nos pertenecía. Argentina no cerró la herida con aquellos goles (la Mano de Dios fue una suerte de revancha), pero nos dio la alegría de poder volver a estar en la plana mayor de un evento deportivo. Los 22 jugadores, aquel partido, lo tomaron como una suerte de trofeo para los pibes que murieron. Obviamente ya corría la primavera alfonsinista pese a los vaivenes con los militares (hecho que ocurrieron por aquellos años de democracia)
El rugby no se quedó atrás. Hugo Porta y su Sudamérica XV viajaron a Sudáfrica para enfrentar a los poderosos Springbocks que seguían siendo los dueños del circo. Dengra, Branca, Loffreda, Soares Gacha y hasta un jovencísimo Alejandro Puccio dejaron a la Argentina bien levantada el mismo día que los militares balconearon la guerra.
Sergio Giorgi nació en La Plata, pero comenzó su carrera de medicina en Italia en 1987 gracias a una beca de la universidad. Su paso por Argentina no fue para menos: fue uno de los soldados de la guerra y vio muy de cerca esa posibilidad de no ser un excombatiente, a sus jóvenes 19 años. Su hija Camila nació en Italia en 1991 y es una de las tenistas que representa a dicho país.
Música del alma
Para esa época la música también sufrió los coletazos de la guerra. En todas las radios se prohibió la difusión de música en inglés. Esto hizo que los músicos locales “pelaran” material para que no se extinga lo que tanto se tardó en afianzar. Infinidades de grupos salieron a la calle y por las radios a ofrecer su arte. Algo que vino muy bien para nutrir de cultura lo que se arrancó de cuajo en los comienzos de la Dictadura.
Pese a todo esto y mucho más, la Guerra de Malvinas fue bisagra para muchas cosas que se vivieron por aquellos años. Es cierto que mostró lo peor de los militares y su propaganda berreta del “vamos ganando”, también mostró el modelo medio del argentino. Una noche en un programa de radio que homenajeaba a los caídos llevaron al director técnico Omar de Felipe y comentó algo que me quedó grabado para siempre: “A nuestro regreso supe apreciar que fuimos a una guerra absurda. Mientras íbamos en el camión rumbo a Campo de Mayo donde nuestros padres, luego, nos iban a ir a buscar, vi a la gente como si nada hubiera pasado. Me sentí un fantasma. Nadie nos registró. Nadie nos dijo `gracias´. Nadie confraternizó con nosotros que estábamos vestidos igual que como salimos de Rawson: la ropa ultrajada y los borsegos llenos de barro. Con el paso del tiempo eso cambió y hoy nos sentimos más valorados, pero creo que todavía falta mucho”.