El atentado que cambió por siempre la vida una tenista
En 1993, Mónica Seles era llamada a ser una de las mejores tenistas de todos los tiempos. Sin embargo, un fanático alemán, se encargó de cambiar el curso de la historia del deporte.
Por: Agustín Vergari
Corría el año 1993. Mónica Seles, tensita serbia nacionalizada estadounidense, era una de las mejores tenistas por aquellos tiempos. A fines del 80, la alemana Steffi Graff era imbatible, donde ganó 7 de los 8 Grand Slam que disputó, y el restante lo perdió en la final. Sin embargo, a principios del 90, apareció Seles que parecía cambiar, por siempre, la historia del deporte.
Hasta el momento del suceso, Seles ya tenía en su palmarés 8 Grand Slam, donde nadie podía pararla. Desde el 91 era la número 1 del ranking, con tan solo 17 años, y hasta el 93 nadie la pudo bajar desde el puesto más alto de la clasificación. No obstante, cuando se jugó el Abierto de Alemania.
Por los cuartos de final, Seles se midió ante la búlgara Magdalena Maleeva. La serbia ganaba 6-4, 4-3, cuando pegó un fuerte grito. Un alemán de 38 años le clavó, en la espalda, un cuchillo que se hundió 4 segundos sobre el cuerpo de la tenista. Seles se levantó, hizo unos pasos y cayó desplomada sobre la cancha.
Ante la atenta mirada de 10.000 personas, periodistas y aficionados estaban atónitos, sin poder entender lo que sucedió. Varias teorías surgieron, como que una facción de la guerra civil que había en Yugoslavia, fue la que realizó el atentado (Seles sufrió amenazas de muerte durante dos años). Lo cierto es que, a las pocas horas, la historia se esclareció: Günter Parche, un fanático de Steffi Graff, fue el que realizó el acto.
Según sus propias declaraciones, su idea era lesionar a Seles, que era candidata a llevarse el Roland Garros, y el resto de Grand Slam, para que caiga en el Ranking Mundial y que Graff suba al primer puesto, lugar del que nunca debió bajar según su criterio. Lo cierto es que, a priori, la idea de Parche funcionó: la recuperación de la serbia iba a llevar, al menos, unas semanas y se iba a perder el Abierto de Francia.
Sin embargo, una recuperación que parecía de apenas unas semanas, duró un año. Seles entró en un fuerte trastorno alimenticio, agravado por el mal estado de salud de su padre, gran impulsor en su carrera deportiva. No solo eso, sino que la Federación Internacional les propuso a las mejores 25 tenistas del ranking si congelaban los puntos de Seles en el primer lugar hasta que vuelva a competir y, salvo Gabriela Sabattini, todas votaron en contra.
Seles volvió a competir en 1995, en el Masters de Montreal, Canadá. Y, para sorpresa de propios y extraños, la serbia se quedó con el torneo, lo que parecía ser una gran vuelta. No obstante, su nivel, con tan solo 21 años, ya no tenía la misma explosión que a los 19. Así y todo, pudo ganar el Abierto de Australia y un subcampeonato en Roland Garros, donde dos semanas antes falleció su papá.
En el 2003, Seles sufrió una lesión en el dedo de su pie y en el 2008 se retiró. A pesar de todos los problemas que tuvo, muchísimos aficionados apoyaron incondicionalmente a la serbia. Es que, una fuera de serie tenía muchos problemas que el “resto de los mortales”: la pérdida de su papá, odiar su propio trabajo (como declaró Seles en alguna oportunidad), problemas alimenticios; era una más, pero dentro de una cancha.
Seles pasó a la historia como una gran estrella que pudo ser la mejor tenista de la historia, por más que algunos expertos la consideran de tal manera. Lo cierto es que Parche, que tan solo fue internado por trastornos en un centro psiquiátrico, se encargó que la tenista nunca llegue a ser para lo que estaba destinada. Es más, tiempo después, enojada por la decisión de los jueces alemanes, Seles dijo que nunca más iba a pisar tierras alemanas. No obstante, el reconocimiento del mundo es bien merecido, por su gran juego y por destronar a otra gran tensita como Steffi Graff.