El pasado 6 de junio, en el Centro que debería ser declarado hábitat natural de los deportistas argentinos, la portadora del título sudamericano sub-20 de salto con garrocha, bajó los tres metros y noventa centímetros en los que ondula normalmente, para sentarse en el comedor y desdoblar su personalidad en la grabación de un minúsculo micrófono.
Por: Franco Zabala
Carolina Scarponi, cuyo primer nombre está inspirado en una princesa de Mónaco, casi tuvo un Daniela que oficiaría como segundo pero, para su beneficio, el nombre quedó reducido a solamente dos partes; de cualquier manera, si bien el apodo de “princesa” no le queda grande, en la pista es “Carito”.
Cree en algunas cosas, no termina por definirlas del todo. Afirma que hay algo superior, más no consigue considerarlo lo suficientemente trascendente como para afectar su rendimiento deportivo; “las cosas pasan por algo”, dice. Sí, algunas cosas, porque los éxitos y fracasos no son divinidades.
De arma predilecta, actualmente utiliza una garrocha “13” , 130″, aunque las varía según el torneo en el que esté. Con este equipamiento, un tanto más corto a lo que suele ocupar habitualmente, es que se colgó su última conquista, el ya mencionado campeonato sudamericano para menores de 20.
Nota de referencia: el primer número indica la longitud de la garrocha, mientras que el segundo predica la flexibilidad de la misma.
La carrera deportiva de la oriunda de la localidad bonaerense de Olivos, comienza cuando a penas contaba con seis años, en el Club Gimnástico Norte; allí conoció a la gimnasia artística, y la dejó por su alto nivel de exigencia extradeportiva. Al dar cuenta de que era la propia disciplina la que la hacía sufrir, con la constante prohibición de comidas, por ejemplo, no dudó en abandonarla.
De carambola, a través de una amiga que practicaba atletismo, una corredora más específicamente, es que se introdujo en el circuito atlético original. Antes de llegar a lo que sería su posición final, su ex entrenador, Ariel Tejera, la hizo desfilar por un sinfín de otras modalidades, todas excepto martillo, prueba a la que Carolina considera la más compleja de todas las de su disciplina.
La opinión de cuál considera la más simple de las actividades debió ser censurada, por decisión de la propia deportista. El voto es secreto.
La gimnasia fue la pieza clave para determinar cuál era la casa que le tocaba a esta maga del aire, debido a que hay un punto en el que ambos deportes se tocan: el extremo control corporal que se requiere para realizar maniobras en el aire. Subir, llevar las piernas, levantarlas, girar, tomarse un té, posar para la foto, caer dentro de un colchón para sortear el frío beso de la muerte, la rutina diaria de una garrochista de élite.
Actualmente entrena junto a María de la Paz Schroeder, “Pachu” para los amigos. Se pasó con ella porque con su entrenador previo existía en soledad como especialista en garrocha, y esta nueva entrenadora contaba con varias colegas más.
El primer paso de Scarponi en el atletismo fue a una edad temprana para su deporte, aunque una que ya se consideraría considerablemente avanzada para otros; la primera vez que se catapultó por los aires, Carolina contaba con 13 años. De manera inconsciente, sin terminar de comprender qué era lo que estaba por hacer, conoció la garrocha en una muestra deportiva en la ciudad costera de Miramar, de la mano del olímpico Germán Chiaraviglio. Allí, probó el gusto de lo que posteriormente se transformaría en mucho más que una pasión.
Entre las anécdotas más graciosas a la vez que aterradoras, oscila la de aquella vez en la que, culpa de un mal calculo de posición de la propia garrocha, Carolina saltó en posición diagonal al colchón, y de no haber sido por uno de los parantes que sostenían la varilla, esta nota no habría de existir.
Sería imposible adivinar que “Carito” es una fija en la selección nacional si nadie lo dijera. Se desconoce si la altura a la que la lleva la garrocha desemboca en un aire que actúa como relajante natural, o si es parte de un sombrío plan para ocultar sus verdaderas intenciones, pero al menos en lo que se ve desde afuera, es una persona que pareciera no saber cómo ser soberbia. Carolina Scarponi es, además de tranquila, muy centrada, factor que es un sello identitario de ella, y que se extiende a su manera de hacer deporte.
Sí, se considera buena, aunque únicamente accedió a decirlo a punta de pistola, la única forma que se halló para que desembuchara.
El componente que desentona en la composición metafísica de la garrochista es, irónicamente, su autoexigencia. Si bien un rasgo prácticamente infaltable de los deportistas de alto rendimiento, una falla en una matriz tan calma; un ejemplo fue cuando, tras lograr su último título, rompió en llanto de frustración por no haber conseguido repetir o superar su mejor marca. Se excusa bajo la acusación de que le brotan las lágrimas fácilmente, aunque la realidad es que son esas mismas gotas las que demuestran el necesario componente competitivo que nutre y permite la posibilidad de vencer en campeonatos de alto calibre. No sentir nada tras una derrota personal es sinónimo de estar muerto en vida.
Recientemente se le apareció la idea de atenderse con un psicólogo deportivo, debido a que el tercer y último salto de garrocha demanda una psiquis preparada al máximo, y cree que un especialista podría ser útil para mejorar. Por ahora, únicamente se apoya en su familia, entrenadora, amigos y pareja.
En algún momento se le cruzó por la mente, de manera esporádica, el deseo de abandonar su carrera deportiva y abrazar la vida que llevaría una adolescente “normal”: tres meses de vacaciones, juntadas nocturnas sin pensar en el torneo del próximo fin de semana, irregularidades en la dieta, ese tipo de normalidad.
Scarponi sacrifica y sacrificó de manera diaria todas estas cosas, un poco por el deseo que tiene de lograr sus objetivos, y otro poco por el respeto que se debe a sí misma, a su versión que entrenó hasta los días en los que ni el Sol quiso salir de su escondite, culpa del frío que hacía. Bueno, “sacrificio” no sería la expresión correcta si de rigor hablamos. Sarna con gusto no pica dicen, y eso es un poco lo que le sucede a ella. Aún si tuviera la opción de transformarse del todo en lo que ella considera como “normal”, no lo haría, más lo considera como un estilo de vida aburrido.
Otra palabra que es sinónimo de Carolina Scarponi: responsabilidad. Rara es la ocasión en la que falta al entrenamiento, y los días que se ve obligada a hacerlo, no puede evitar sentirse extraña. Únicamente sufre los turnos durante la pretemporada, o cuando le anticipan que deberá afrontar múltiples pasadas en la pista, las cuales odia; de cualquier forma, aún en esos entrenamientos engorrosos, prefiere estar allí que con la mirada puesta en el techo de su casa, porque en su hogar no puede mejorar esos ínfimos detalles que la hacen ser lo que es.
Técnicamente, en el sentido más literal de la palabra, Scarponi maneja un déficit en su carrera previa al salto, el cual ocupa el lugar del más grande error en ella como deportista; es demasiado irregular, no logra mantener una misma táctica en todos sus saltos. Ella describe este paso como el más importante para poder triunfar en el garrochismo, debido a que es el único método propulsor que existe para llegar a una buena altura.
Un breve resumen de la actualidad de Scarponi: en la categoría abierta de todo el país, es la segunda mejor marca; en su categoría, es decir menores de veinte años, es la primera; y en Sudamérica, también sub veinte, quedaría segunda si fuera exclusivamente de marcas.
Como toda deportista que se precie, hay una ínfima cuota de masoquismo camuflada dentro de ese esplendoroso rigor, por eso es que, entre todas las carreras universitarias que hay para elegir, “Scarpo” eligió Medicina; la otra opción era biología marina, pero la descartó rápidamente debido a que un requisito era irse a vivir a Mar Del Plata. Ella argumenta que las ciencias médicas le resultan sumamente interesantes, y que su decisión también es una forma de ir en contra de la rutina y el encierro que proponen otras carreras; no tolera pensar su futuro como una oficinista que pase el resto de sus días delante de una computadora.
En el caso de que todo se diera de manera perfecta, sueña con convertirse en una cirujana de éxito, aunque la alta demanda horaria sumado a la responsabilidad de la propia especificación la tiran un poco para atrás. Actualmente, Scarponi cursa el Ciclo Básico Común (CBC), es decir el primer ciclo de todas las carreras de la Universidad de Buenos Aires (UBA).
Un dato que se jura no es inventado es que, la actual funda que utiliza la atleta protagonista del escrito para sus garrochas, le fue cedida por la ex atleta olímpica Alejandra García. Se conocieron de casualidad, por intermedio de los padres de Carolina Scarponi. Hoy por hoy son amigas, y la garrochista mayor, quien es una referente para el atletismo nacional, le comparte toda su sabiduría a una promesa femenina como lo es “Carito”.
La manera de ser de la mejor atleta Sub 20 del país se expande a todo, un deportista no es lo que es por su manera de competir; compite como lo hace por su manera de ser. Carolina Scarponi tiene muy claro que su vida no gira en torno a su disciplina, y la pone en un nivel de importancia equivalente al que le da a su familia y estudios, todos situados un escalón por debajo de sus sentimientos personales. Seguramente sea este uno de los secretos para mantener el control en el aire, en un tercer salto.
No hay cortocircuitos constantes en la mente de Carolina, es un cableado perfecto; por supuesto que no se siente feliz después de llevar a cabo un mal rendimiento, sin embargo ningún torneo, por más malo que sea, la desestabiliza mentalmente. Tiene siempre muy en claro que adora el deporte, convive con los éxitos así como con los fracasos, porque no se puede concebir a uno sin el otro.
Desde la publicación, se lamenta la extensión tan amplia que ocupa este artículo, fue en parte una manera de homenajear el estilo de lectura que suele primar en las bibliotecas de la ávida lectora que es Scarponi. Devoradora de novelas de ciencia ficción, amante de los juegos de cartas y de la música sajona de décadas pasadas, y una de las atletas más importantes de la escena nacional: Carolina Scarponi.
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