Esta semana fue el cumpleaños número 36 de una de las deportistas más importantes de la historia del atletismo de nuestro país. Jennifer Dahlgren nació un 21 de abril de 1984 en Buenos Aires. Casi por casualidad comenzó a especializarse en lanzamiento de martillo. Un día fue a acompañar a su hermana a una competencia y un entrenador, Andrés Charadía, le vio condiciones y le enseñó lanzamiento de bala, disco y martillo. A los pocos meses ganó los “Juegos Evita” en las tres disciplinas y a partir de ahí empezó a viajar y competir.
Es múltiple Campeona Nacional, compitió en siete Mundiales entre 2005 y 2017, llegó a la final en 2011, Además, suma cuatro oros en los Campeonatos Iberoamericanos de 2010, 2014, 2016 y 2018 y uno en los Juegos Sudamericanos 2018.
Fue olímpica en Atenas 2004, Beijing 2008, Londres 2012 y Río 2016. Participó de los Juegos Panamericanos de Río de Janeiro 2007, Guadalajara 2011 (Bronce) y Toronto 2015. Tomó parte de los Juegos Suramericanos de Brasil 2002, Buenos Aires 2006 y Santiago de Chile 2014 (suma 2 oros y 3 platas). Recibió el Premio Konex en 2010 como una de las 5 mejores atletas de la década en Argentina. Su mejor marca es de 73m74 conseguida en abril de 2010 en Buenos Aires, aún hoy es record sudamericano.
A los 2 se fue a vivir a los Estados Unidos con su familia y retornó al país a los 13, casi sin saber nuestro idioma. Esto, sumado a su contextura física, mide 1m80, hizo que le costara muchísimo su trayectoria escolar. Sus compañeros se burlaban de como hablaba, del deporte que practicaba, de su cuerpo y del ancho de su espalda. “Sufrí mucho y fue la peor etapa que me tocó vivir desde los 13 a los 17 años. Es una etapa en dónde todos queremos ser aceptados y yo, por mi físico, estaba marcada como diferente y me hicieron padecer esa diferencia”, cuenta Jenny a quien quiera escuchar.
Eligió una profesión en la que su cuerpo era lo más importante, en la pista era su mejor herramienta, su arma, pero fuera de la jaula de lanzamiento ese arma le jugaba en contra. La cultura de su país, los medios y los estereotipos de belleza hacían que odie ese cuerpo. El haber estudiado Literatura en la Universidad de Georgia la ayudó a escribir un libro, “El martillo volador”, con el objetivo de transmitir experiencias y colaborar con muchos chicos y chicas que pueden estar pasando por una situación similar y la contención que les puede dar a ellos el deporte. La embajadora del INADI cuenta en sus redes sociales que las “mujeres fuertes no nacen, se forjan”. Si ella lo sabrá.
Foto: Oscar Muñoz Badilla