Un 6 de diciembre pero de 1956, un partido de waterpolo entre Hungría y Unión Soviética se convirtió en un caos que dejó una marca imborrable en la historia de los Juegos Olímpicos.
Al finalizar la Segunda Guerra Mundial, las tensiones continuaron entre las ideologías capitalistas y comunistas que dieron paso a la Guerra Fría. Con el mapa geopolítico dividido en dos, en Europa particularmente en Hungría, se vivían tiempos de bonanza deportiva en varias disciplinas que hacían que el país magyar goce de importantes resultados a nivel mundial.
Al llegar el año 1956, una nueva cita olímpica se ponía en marcha y era la primera edición de la historia en ese entonces que se iban a celebrar en el Hemisferio Sur. La sede era Melbourne, en Australia, donde los Juegos Olímpicos se realizaron desde el 22 de noviembre hasta el 6 de diciembre en suelo oceánico.
Hungría presentó una poderosa delegación, uno de los equipos más contundentes era la Selección de waterpolo de dicho país, que disputó el certamen olímpico y la única opción era ganar la medalla dorada. Pero no todo era aspectos solo deportivos sino políticos, ya que un mes antes del inicio de los Juegos, un conflicto social se elevó a una escalada de violencia que dejó un saldo considerable de muertos, heridos y encarcelados.
Las protestas e incidentes que se vivían en toda Hungría terminó con la ayuda del gobierno soviético a sus pares húngaros para controlar a las masas y erradicar todo intento de estallido social. Debido a la injerencia comunista hacia los países del este de Europa, las banderas rojas tomaron Budapest y con una represión sanguinaria eliminaron toda oposición.
Ya en plena competencia en Melbourne, el cuadro magyar se sacó de encima rivales hasta llegar a la semifinal donde allí debían enfrentar a la Unión Sovietica. El clima de tensión se percibía desde la previa del partido, durante la contienda los insultos, los golpes y las amenazas entre los jugadores y el público eran parte del enfrentamiento.
Con el partido 4-0 a favor de Hungría, el clima de violencia se descontroló hasta en las tribunas cuando un jugador soviético Valentin Prokok le pegó una trompada en el pómulo izquierdo a Ervin Zador y el árbitró del encuentro tuvo que suspender las acciones. La policía tuvo que intervenir para sofocar la trifulca y al final se le dio por ganado el juego a Hungría que después se consagró campeona olímpica tras vencer en la final a Yugoslavia.
Tras finalizar la cita olímpica por temor a retaliación, el equipo húngaro de waterpolo decidió no volver a su tierra natal, algo similar a lo que le ocurrió a la Selección de fútbol después del Mundial de 1954. A partir de ese momento Hungría sufrió un declive progresivo deportivo que se recrudeció a lo largo de los años y es sin dudas una muestra más de como el plano político atraviesa el campo deportivo sin medir las consecuencias.
Foto: Agencias