Hace un siglo, Alice Milliat luchó por la inclusión de las mujeres atletas en los Juegos Olímpicos. Su contribución, ignorada durante mucho tiempo, ahora es reconocida.
Era el año de 1922, dos años antes de la última vez que se celebraron unos Juegos Olímpicos en París. En un caluroso día de agosto, casi 20.000 personas acudieron al estadio Pershing para ver a 77 deportistas de atletismo, entre los que figuraba un equipo de Estados Unidos. Los países desfilaron y se batieron récords mundiales.
Para iniciar los juegos, una mujer de 38 años llamada Alice Milliat dio la bienvenida al mundo a París. Ella era la fundadora de la Federación Internacional de Deportes Femeninos, conocida en su Francia natal como Fédération Sportive Féminine International.
Ese día, todas las competidoras fueron mujeres.
“Por este acto, declaro inauguradas las primeras Olimpiadas femeninas”, dijo.
El mundo de los Juegos Olímpicos dominado por hombres, ocupado en la preparación de los Juegos de París de 1924, ignoró el acontecimiento de 1922, salvo para quejarse del uso no autorizado de la palabra “Olimpiadas” por parte de Milliat. Rechazaron la idea de que las mujeres pudieran competir.
Los Juegos de París de 1924 contaron con un grupo de atletas femeninas —135 mujeres de entre 3089 varones—, pero la participación de las mujeres en las Olimpiadas se limitó a unas cuantas pruebas, como la natación y el tenis. No hubo participación femenina en la mayoría de los deportes.
Pierre de Coubertin, fundador y líder de las Olimpiadas modernas, dio a conocer su actitud en repetidas ocasiones a lo largo de los años. En 1912, dijo que tener mujeres en los Juegos Olímpicos “es poco práctico, poco interesante, poco agraciado y, no dudo en añadir, inapropiado”.
Para 1928, sus ideas no habían evolucionado.
“En cuanto a la admisión de mujeres en los Juegos, sigo estando rotundamente en contra”, dijo ese año. Murió en 1937 y se le considera un visionario del deporte.
Para el 2024 se espera que los Juegos Olímpicos de este verano sean los primeros con la misma cantidad de mujeres y hombres deportistas.
Cien años después de los primeros Juegos Olímpicos en París, por fin se reconoce a Milliat como la pionera. En Francia se publican biografías. Se ha proyectado un nuevo documental en cines y televisión. El Museo Nacional del Deporte en Niza le dedica una exposición temporal a Milliat.
Fédération Sportive Féminine International
En 1921, Sigfrid Edström, primer presidente del organismo rector del atletismo mundial y miembro influyente del Comité Olímpico Internacional (COI), organizó un encuentro internacional femenino en Montecarlo. Milliat no quedó impresionada. Le pareció que había sido una oportunidad para salir en la foto, no una competencia seria. En su opinión, poner el deporte femenino bajo la dirección de los hombres era una manera de que ellos mantuvieran el control.
Poco después, Milliat fundó la Federación Internacional Femenil del Deporte, que agrupó a un creciente número de federaciones nacionales, introdujo normas técnicas en los eventos deportivos y consolidó el mantenimiento de registros. Fue nombrada presidenta y se celebraron reuniones periódicas en las que se tomaron copiosas notas.
Milliat entendía el poder de la publicidad. Los periódicos, sobre todo los franceses, hablaban de ella y del deporte femenil con regularidad. Organizó partidos de futbol femenino, incluido uno en Mánchester, Inglaterra, en 1920, que atrajo a 25.000 espectadores.
Luego puso la mirada en las Olimpiadas. Y usaría esa palabra para su evento, programado cada cuatro años entre los ciclos de los Juegos Olímpicos de Coubertin, mayoritariamente masculinos.
Milliat acordó dejar de usar la palabra “Olimpiadas” si los Juegos Olímpicos permitían a las mujeres competir en atletismo. Se llegó a un acuerdo y, en 1928, los Juegos Olímpicos de Ámsterdam contaron por primera vez con atletismo femenino. Milliat quería diez pruebas, pero a las mujeres se les concedieron cinco. Milliat fue seleccionada como juez, el único rostro femenino en un mar de hombres.
No estuvo exento de polémica. En la carrera de 800 metros, la distancia más larga que se permitía correr a las mujeres, las tres primeras clasificadas batieron el récord mundial. Varias mujeres se tiraron al suelo tras la línea de meta. Los escritores deportivos escribieron que la escena era inquietante y que el esfuerzo era demasiado para una mujer. Los Juegos Olímpicos no volvieron a celebrar una carrera de 800 metros para mujeres sino hasta 1960.
Sin embargo, siguió presionando. Se celebraron juegos en los que solo participaron mujeres en 1926 (en Gotemburgo, Suecia), 1930 (Praga) y 1934 (Londres, con más de 300 participantes). Se denominaron oficialmente Juegos Mundiales Femeninos, aunque algunos medios de comunicación (incluido The New York Times, al menos una vez, en 1930) se refirieron a ellos como Juegos Olímpicos Femeninos.
Pero la ola del feminismo se frenó en la década de 1930, en medio de una depresión mundial y la preparación de la Segunda Guerra Mundial, que canceló los Juegos Olímpicos en 1940 y 1944. Las federaciones deportivas internacionales incluían a más mujeres, pero estaban dirigidas por hombres, que ejercían el tipo de control blando que Milliat había temido. En 1934, el COI se planteó eliminar por completo a las mujeres del programa; ellas conservaron su escasa participación por diez votos a favor y nueve en contra. El crecimiento del deporte femenino se orientó hacia actividades consideradas más femeninas, como la gimnasia y el patinaje sobre hielo.
Alcanzar algo similar a la paridad ha tomado su tiempo. En 1960, en los Juegos Olímpicos de Roma, apenas una de cada diez atletas era mujer. En los Juegos de Los Ángeles, en 1984, no llegaba a una de cada cuatro. En Pekín, en 2008, las mujeres apenas superaban el 40 por ciento.
En los últimos años, el COI ha convertido la equidad en una misión, pero no todas las pruebas son iguales en los Juegos Olímpicos. En París, mientras que la caminata de 50 kilómetros (durante décadas, considerada solo apta para hombres) ha sido sustituida por un relevo mixto, las mujeres siguen compitiendo en el heptatlón de siete pruebas, no en el decatlón de diez pruebas.
Milliat se retiró de su cargo y la Federación Internacional Femenil del Deporte desapareció. Murió en 1957, más bien en el anonimato. Ni siquiera sus vecinos, según descubrió más tarde una investigadora, conocían su importancia en el deporte.
Pero los historiadores siguen investigando sus contribuciones. En 2016, se creó en Francia la Fundación Alice Milliat, dedicada al deporte femenino. En los últimos años, se han bautizado gimnasios y calles con su nombre. Y este año, por primera vez, en los Juegos Olímpicos tal vez haya el mismo número de mujeres que de hombres en las competencias.
Fotos: The New York Times
Fuente: John Branch para The New York Times
Edición: Matías Montoya
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