Eileen Gu: una princesa polifacética
Grandes logros deportivos, un carrera en el modelaje, un libro en camino y mucho más. Además un equilibrio para ser querida en Estados Unidos y China
Popularmente conocida como la “Princesa de la Nieve”, en los últimos Juegos Olímpicos de Invierno Eileen Gu se encargó de demostrar que ese apodo le queda chico. Ya se la podría catalogar como la Reina de la Nieve, si tenemos en cuenta que con tan solo 18 años estamos en presencia de una bicampeona y triple medallista olímpica, bicampeona mundial y múltiple medallista en cada Copa del Mundo en la que participó desde que tenía 15 años. Todo esto sin contar que también fue triple medallista, dos oros y una plata, de los Juegos Olímpicos de la Juventud de Invierno de 2020 en Lausana.
Pero, ¿dónde estaría su polifacetismo si sólo se mencionan sus logros deportivos? Es que, además de ser la cara del esquí acrobático femenino, Gu es una modelo que en su corta carrera ya facturó más de 30 millones de dólares, es una referente del mundo de la moda, está escribiendo un libro, es una de las principales activistas de los movimientos que buscan evidenciar y terminar con la violencia que sufren los asiáticos en Estados Unidos y este año comenzará una carrera universitaria en negocios en Stanford.
Fuente: Jing Daily
Desde sus orígenes la historia de esta atleta es sumamente interesante. Su madre Yan Gu migró a Estados Unidos en los 80 luego de haber estudiado ingeniería química en la Universidad de Pekín para continuar su desarrollo académico en la Universidad Rockefeller en Nueva York y, posteriormente, en la de Auburn. Mientras estudiaba en la primera mantenía viva su otra pasión, los deportes de invierno, en la Montaña Hunter, que pudo sostener cuando se mudó a San Francisco para realizar un máster en administración de negocios en Stanford. Allí nació Eileen (Ailiin en mandarín), a quien Yan crió por su cuenta ya que su padre se había desligado de todas sus responsabilidades incluso antes de que su hija llegara al mundo.
Eileen no había cumplido los tres años cuando ya estaba dando sus primeros pasos en el esquí en el Lago Tahoe, donde su madre la había anotado. De pequeña ya mostraba características prometedoras en todas las modalidades de la disciplina ya que comenzó en el acrobático, debido al miedo de su madre en las carreras, pero también en el alpino y el de fondo. De hecho, el primer sueño de la pequeña Gu era integrar el equipo de esquí de fondo de la Universidad de Stanford, meta que cambió a los nueve años cuando vio los trucos que realizaban unos chicos en una competencia de freestyle que se estaba desarrollando en simultáneo con una de fondo en la que estaba participando.
Siempre bajo la atenta mirada de su madre, que en su época universitaria en China había competido en patinaje de velocidad en pista corta y que también era instructora de esquí, la asiática-americana debutó con tan solo 14 años en las Copas del Mundo de la Federación Internacional de Esquí (FIS) en la temporada 2017/2018 representando a Estados Unidos y en la 2018/2019 consiguió su primer podio y su primer título en slopestyle, 2° en Font Romeu y 1° en Seiser Alm Bahn respectivamente.
En junio de 2019 tomó la decisión que la convirtió en una de las deportistas más controversiales de Beijing 2022 cuando realizó los trámites necesarios ante la FIS para empezar a competir bajo la bandera china en la temporada 2019/2020. Se estarán preguntando, ¿por qué es controversial? No solo por las diferencias y la rivalidad entre ambos países en términos económicos y de poder, sino también por la falta de transparencia del proceso. Para que la FIS aceptara su pedido, China tuvo que presentar un pasaporte que certificara que Gu era china aunque, al mismo tiempo, el país oriental no permite la doble ciudadanía, salvo contadas excepciones entre las cuales ella nunca había figurado en ningún registro oficial. En condiciones normales, se supone que la esquiadora tuvo que resignar su ciudadanía estadounidense para cumplir con los criterios de selectividad de China, pero en 2021 la polémica volvió a aflorar cuando aplicó para el Programa de Becas Presidenciales sin presentar la misma documentación que los estudiantes que provenían de otros países, lo que dejaba entrever que Gu estaba manteniendo una doble ciudadanía. Para aclarar el tema, tres periodistas distintos le realizaron preguntas en una conferencia de prensa en los últimos Juegos Olímpicos de Invierno para que pudiese explicar cuál era su estatus legal, las cuales fueron esquivadas con frases del estilo “en Estados Unidos soy americana y en China soy china” sin responder de forma directa.
Lo cierto es que desde que comenzó a competir bajo la bandera de China siempre obtuvo una medalla en cada competencia en la que participó. Registró 10 podios en Copas del Mundo (7 oros, 2 platas y un bronce) y, antes de que el covid llevara a la suspensión de todos los torneos, participó de los Juegos Olímpicos de la Juventud de Invierno en Lausana. Arrancó su primera gran cita internacional con una medalla de plata en el slopestyle, la prueba con menor porcentaje de éxito en su corta carrera, por detrás de Kelly Sildaru, con quien volvería a pelear por medallas en un par de años. Tras una clasificatoria en la que la estonia se había impuesto por más de 12 puntos por sobre la china, Gu (93.25) y Jennie-Lee Burmansson (90) la acompañaron en la final como las únicas en conseguir romper la barrera de los 90 puntos y regalar una definición ajustadisima en favor de Sildaru por 50 centésimas.
Fuente: Marca Claro
El 20 de febrero, dos días después, iba a tener su revancha en el halfpipe, su evento preferido. Allí demostró su dominio al ser la única de las 14 competidoras, entre clasificatoria y final, que superó la barrera de los 90 puntos (90 para clasificar, 90.66, 93 y 90 en sus tres salidas de la final), estableciendo una diferencia considerable con su compatriota Li Fanghui (segunda con 85.66) y con Hanna Faulhaber (tercera con 77.33). Era su primer oro olímpico en Lausana y, además, el primero de los tantos que iba a conseguir en las grandes competencias. No tardó en ampliar su cosecha ya que al día siguiente se impuso más ajustadamente en la prueba de Big Air con un puntaje combinado de 171.25, 1.25 más que la británica Kirsty Muir, la única que pudo pelearle de igual a igual. De hecho, el bronce se lo adjudicó Burmansson con un total de 151.75 puntos.
Era el despegue internacional para la chica de entonces 16 años en lo deportivo, ya que en 2019 había comenzado su camino en el mundo de la moda y el modelaje al firmar acuerdos de patrocinio con marcas estadounidenses de renombre como Victoria Secret, Tiffany, Gucci y había aparecido en la tapa de las principales revistas de China. Lo que convertía a Gu en el objetivo de las principales empresas de ambos países, además de su belleza, era su dualidad: habla de forma fluida inglés y mandarín, conoce ambas culturas a la perfección y contaba con miles de seguidores, ahora millones, en las principales redes sociales de occidente (Twitter, Instagram y Tik Tok) y de oriente (Xiaohongshu y Weibo). Así fue como empezó a combinar entrenamientos, sesiones fotográficas, solicitudes de entrevistas y hasta viajes a eventos a los que era invitada, como la Semana de la Moda de 2019 en París y la Met Gala. Poco a poco estaba llevando a cabo una metamorfosis de simple atleta a una marca personal en sí misma con diferentes aristas que la hacían interesante para diversos tipos de público. Esto la ayudó porque para ella es un refugio de la vida rutinaria de los atletas y que, al mismo tiempo, le permite desarrollar la concentración y la confianza, cualidades que también le ayudan a su evolución como deportista.
Durante el parón por el coronavirus tuvo tiempo de profundizar este cambio radical al ampliar su uso de las redes sociales por la cuarentena antes de retomar los entrenamientos en San Francisco. Además, en ese entonces recibió una gran noticia: había aprobado el SAT, examen de ingreso universitario que se rinde en Estados Unidos, con una calificación de 1520 sobre 1600 puntos posibles. Había sido admitida en Stanford para la carrera de negocios, aunque decidió posponer su ingreso hasta el otoño estadounidense de 2022, una vez finalizados los Juegos Olímpicos de Invierno, su objetivo primordial. Así, honró el éxito académico familiar ya que, además de los títulos de grado y posgrado de su madre, su abuelo materno había sido jefe de ingeniería eléctrica del Ministerio de Vivienda y Desarrollo Urbano-Rural de China.
Para asegurarse un lugar en Beijing 2022 necesitaba tener un 2021 superlativo ya que en menos de tres semanas confluían los X Games y el Mundial de la FIS, ambos disputados en Aspen. Si bien restaba un año entero para los Juegos, la preparación para los mismos tenía dos etapas cruciales para llegar de la mejor manera post-covid: dejar una buena impresión en estos dos eventos y sobresalir en las Copas del Mundo de la temporada 2021/2022 y los X Games de 2022 para arribar a China con el mejor envión anímico posible. Esta primera parte fue muy positiva para Gu: llegando como campeona olímpica juvenil, dio el golpe de escena al quedarse con el oro en el slopestyle y en el superipe, una variante más larga del halfpipe tradicional, por sobre competidoras del calibre de Cassie Sharpe, campeona olímpica en halfpipe en Pyeongchang, Rachael Karker, la gran promesa canadiense del esquí acrobático, e Isabel Atkin, medallista de bronce en el slopestyle en 2018. La única a la que no pudo vencer fue a Mathilde Gremaud, subcampeona olímpica en 2018 y futuro dolor de cabeza para la china en el slopestyle, que se quedó con el Big Air mientras Gu sólo pudo rescatar un bronce.
Un resultado global muy positivo para llegar al Mundial de la FIS con dos oros y un bronce súper recientes. En sus dos primeros días de competencia tuvo que esforzarse un poco más de lo esperado, sobre todo para clasificar a la final del halfpipe, donde tuvo una primera pasada discreta con 77 puntos que la dejó en el anteúltimo lugar del corte, mientras que en el slopestyle se adueñó de la clasificatoria con un total de 84.51 puntos, casi 7 más que su perseguidora.
El primer título que iba a definir era el de halfpipe el 12 de marzo contra una Rachael Karker que no había bajado de los 93 puntos en la clasificación (94.25 en su segunda pasada). Parecía una tarea sumamente difícil si se tenía en cuenta su rendimiento en las únicas dos salidas oficiales que había tenido, pero una vez más Gu demostró de lo que está hecha: inició la final con una imponente rutina que significó una calificación de 93 puntos que nadie pudo superar durante el resto del evento. Las únicas dos que se pudieron acercar fueron la propia Karker (91.75) y Zoe Atkin (90.50), ambas en sus últimos intentos y, así y todo, por debajo de los 92.50 que la china había establecido en su segunda pasada. De esta manera Gu arrancaba con el pie derecho su experiencia en su primer Mundial con un oro que no tuvo ninguna amenaza real durante la prueba final.
Al día siguiente debía hacer lo propio en el slopestyle y, por lo tanto, pareció querer copiar la estrategia del halfpipe: en una prueba con muchas caídas producto del clima, tuvo una primera salida que fue calificada con 84.23 puntos que, en condiciones normales, podría haber sido mejorada, pero que aquel 13 de marzo fue suficiente para obtener su segundo Mundial. En el podio estuvo acompañada por Mathilde Gremaud (77.15) y Megan Oldham (76.18), quienes estuvieron más cerca del cuarto lugar que de igualar lo hecho por Gu.
Tuvo dos días para celebrar, recuperarse y comenzar a concentrarse en la última prueba en la que iba a participar en la edición 2021 del Mundial de la FIS: el big air. Tras una clasificación sin sobresaltos (6° con un mejor puntaje de 88.50), accedió a la final del día siguiente en la que las condiciones le jugaron una mala pasada. Tuvo una caída en la primera salida que condicionó las dos restantes ya que necesitaba completarlas para poder aspirar al podio. Así fue como el 88.50 del día anterior le hubiese caído como anillo al dedo durante la final ya que su mejor registro fue el 87.25 de la segunda salida (112.25 hasta el momento). En la tercera y última sabía que el oro era inalcanzable por el 93 y 91.50 que había clavado Anastasia Tatalina (184.50) en sus primeras dos pasadas y que la lucha por los otros dos escalones del podio estaba totalmente abierta. Sandra Eie (154.25) tenía mucho margen de mejora al haber registrado un pobre 68.25 en su segundo intento, tras un 86 en el primero, Megan Oldham (158.75) estaba en una situación similar aunque invertida ya que su primera salida era muy mejorable y el 92.25 le daba grandes chances de quedar segunda mientras se mantenía la incógnita de qué tenía preparado Lana Prusakova (99.25) para su tercera pasada luego de caer en la segunda y clavar un discreto 75.50 en la primera.
Eie y Oldham no mejoraron, de hecho la canadiense sufrió una caída, Eileen se dedicó a completar la rutina minimizando las posibilidades de caída y se conformó con un 74.25, que tras el 90 de Prusakova la depositó en el tercer lugar por detrás de las dos rusas. Con el bronce del Big Air coronaba su primera participación en un Mundial, del cual retornaba con tres medallas y dos títulos, nada mal para una debutante de 17 años. Había concluido de la mejor manera la primera etapa de su preparación rumbo a Beijing y, para llegar como clara favorita, debía tener una actuación global similar durante la segunda.
Fuente: Red Bull
Poco le pesó la temporada baja, ni la presión de saber que estaba a unos meses de su estreno en unos Juegos Olímpicos de mayores ya que ganó todas las Copas del Mundo en las que se presentó menos la última fecha del slopestyle en Mammoth Mountain, donde finalizó segunda. Decidió no ir a defender sus medallas en los X Games de 2022, permitiéndole tomar impulso a Kelly Sildaru (superpipe) y a Tess Ledeux (slopestyle y big air) de cara a la cita olímpica.
Y en Beijing llegó su consolidación. Comenzó su participación el tercer día de acción oficial con la clasificatoria del big air, donde tuvo una actuación similar a la del Mundial de 2021 al caerse en una de sus primeras dos pasadas condicionando la tercera, aunque con una diferencia bastante holgada respecto a las posiciones más cercanas al corte. El 8 de febrero tenía la primera de sus tres citas con la historia. De cara a la última salida se encontraba en la tercera posición a 25 centésimas de Mathilde Gremaud y a 5.25 de Tess Ledeux siendo consciente de que el podio iba a definirse entre ellas tres. Ninguna de las otras competidoras había estado remotamente cerca de ese nivel ya que la única que había superado la barrera de los 90 puntos había sido Kirsty Muir con 90.25, que luego arruinó con un 78.75.
La medalla estaba garantizada, solo quedaba definir el metal y el color que cada una de ellas se iba a llevar a casa. La primera que cerraba su participación era Gu, que con una ejecución magistral hizo explotar al poco público presente y logró que los jueces le dieran un 94.50 que la dejaba momentáneamente en la primera posición. Seguía Gremaud, que estaba obligada a mejorar 5.75 puntos si quería seguir aspirando al oro. Poco pudo hacer ya que se exigió demasiado y terminó cayendo. Era un mano a mano entre Gu y Ledeux, que necesitaba sacar un 93.75 de la galera para igualar lo hecho por la local. Imposible: el destino parecía tener reservado el primer puesto para Gu ya que la francesa no pasó de los 74 puntos en su último intento. Era la consumación de la seguidilla de resultados que había comenzado a encadenar en 2020. El primer oro de la historia del Big Air en un Juegos Olímpicos de Invierno de mayores, una disciplina que a nivel olímpico estaba dominada por Gu en su campeonato juvenil de Lausana 2020.
La medalla la situó en el radar de los medios, que parecieron olvidarse del hecho de que estaban ante una reciente campeona olímpica y, en su mayoría, se dedicaron a reflotar las polémicas de su pasado y a acorralarla con preguntas coyunturales. Este iba a ser el centro de atención mediático ya que todas sus declaraciones iban a ser escuchadas de ambos lados del mundo, tanto en Estados Unidos como en China. Tenía que cuidar cada palabra que dijese y el tono en la que las pronunciase ya que esos Juegos habían estado marcados por la política y las polémicas. De manera poco elegante pero eficaz consiguió evadir los tópicos que incluían pronunciarse sobre la tortura y la represión de la población uigur en Xinjang, del caso Peng Shuai, sobre el cual solo declaró que le agradaba verla de vuelta haciendo lo que le gustaba, y sobre la sus pensión de la WTA a la Asociación de Tenis de China y la cancelación del ATP 500 de Beijing.
Parte de la neutralidad que consiguió mostrar fue gracias a su manager Tom Yaps, quien en entrevistas cara a cara con un solo periodista se encargaba de dejar en claro que no iban a abordar esos temas y, en caso de que insistieran durante el proceso de las mismas, las terminaba él de raíz llevándose a Gu. Esa reacción había sido consensuada con la madre y la abuela de la esquiadora ya que a ninguna de las tres Gu les gustaba que Eileen hablara de esos temas luego de la traumática experiencia de haber recibido amenazas de muerte en 2019 cuando abandonó la bandera de Estados Unidos a nivel internacional para competir con la de China. Ella simplemente se quería dedicar a esquiar, ganar medallas, mantener sus hobbies y seguir expandiendo su marca personal. De hecho, la neutralidad y su posición apolítica eran necesarias para mantener sus contratos en los dos países, particularmente en China donde el caso de la directora de cine Chloe Zhao estaba muy latente. Tras ganar el Oscar a mejor directora por Nomadland reflotaron declaraciones suyas que no coincidían con la ideología nacionalista del gigante asiático y llegó a ser tildada de antipatriota. Esto impactó directamente en su trabajo ya que se prohibió mencionarla a ella y a sus películas en las redes orientales y, además, se prohibió en el país el estreno de Eternals, el último film dirigido por Zhao. Pero, a diferencia de la directora, Gu era del agrado de la población china ya que su mandarín fluido, su conocimiento sobre la cultura y su ropa diseñada con detalles distintivos del país no la hacían ver como una “china de ultramar”, término con el que el primer ministro XI Jinping se refiere a los descendientes de chinos nacidos en el exterior, sino como una de las más de 1400 millones de personas que habitaban en ese territorio.
Otro punto a favor de Eileen es que, además de su ascendencia, obtiene buenos resultados, requisito indispensable para ser querida por los chinos. El caso opuesto fue el de la patinadora artística Zhu Yi, quien nació en Estados Unidos pero por su linaje familiar decidió representar a China. El problema llegó cuando en su debut olímpico tuvo dos caídas que la dejaron en la quinta posición de su tanda y comprometieron al equipo chino en la prueba por equipos. Ni siquiera había terminado su rutina del programa corto y ya estaba recibiendo insultos por parte de los pocos espectadores presentes, motivo por el cual salió de la pista de hielo llorando desconsoladamente. La misma repercusión se vio en Weibo, donde se registraron más de 100 millones de menciones sobre Zhu y críticas sobre su elección por sobre una patinadora de origen chino.
Pese a no poder desligarse del centro de las polémicas, Gu siguió con lo que buscaba conseguir en Beijing. De hecho, consiguió desviar por unos días las narrativas de los medios cuando fue vista comiendo en pleno Genting Snow Park antes de la segunda pasada de la clasificatoria del slopestyle, que había sido demorada por las condiciones climáticas. Allí se visibilizó lo difícil que era coordinar los horarios de las deportistas que competían en más de dos pruebas ya que la demora del slopestyle no le permitió estar en hora en el primer entrenamiento del halfpipe. Otro caso emblemático de los Juegos fue el de Chloe Kim, quien tras ganar el oro en el snowboard halfpipe empezó a pedir comida por el antojo que le había agarrado entre su segunda y su tercera pasada. De hecho, esa es una práctica muy común durante los entrenamientos de estas disciplinas ya que muchas veces los atletas comen algo mientras suben a la cima de la pista luego de finalizar un recorrido.
Ni la meteorología ni el hambre pudieron frenarla, ya que en su segunda rutina tuvo 79.38 puntos que le garantizaron la clasificación a la final del 15 de febrero a poco menos de 7 puntos de Kelly Sildaru, que mantenía el envión del oro conseguido en los X Games hacía menos de un mes. Esta vez Gu no la tuvo fácil: su primera pasada fue de un regular 69.90, tercera mejor de la final pero con mucho margen de mejora, sufrió una caída en la segunda y llegaba a la última en la séptima posición. Sildaru había establecido condiciones en la primera con 82.06 y en la segunda se vio superada por Mathilde Gremaud (86.56), siendo las únicas dos que habían superado la barrera de los 80 puntos hasta el momento. Y digo hasta el momento porque faltaba Eileen: tras una ejecución prometedora, se abrazó con Sildaru, que parecía saberse superada, y con una intranquila Gremaud, que dudaba de si la performance de la local era suficiente para arrebatarle el campeonato. Tras casi un minuto de escrutinio por parte de los jueces, el puntaje final de su tercera pasada fue de 86.23, 33 centésimas menos que el registro de la segunda de la suiza, que volvía a vencerla en la modalidad de big air, al igual que en los X Games del año anterior. Una historia impensada si se tiene en cuenta que Gremaud no había tenido una buena clasificación con 69.46 puntos y que había ingresado a la final por 36 centésimas, dejando fuera a Megan Oldham, una de las decepciones de la prueba.
Los siguientes dos días eran más de descanso que de preparación para ella ya que sólo le quedaba participar en el halfpipe, prueba en la que venía invicta desde el 7 de septiembre de 2019 cuando había finalizado segunda en una fecha de Copa del Mundo en Cardrona, la primera vez que había representado a China a nivel internacional. El problema era del resto de las competidoras para ver quiénes la iban a acompañar en el podio dado que, sobre papel, había muy pocas probabilidades de derrotarla en su terreno. Y así fue: fue la única en superar los 90 puntos en la clasificatoria (93.75 y 95.50 en sus dos intentos) avisándole a las otras 11 finalistas que asumieran que iban a competir por el segundo lugar. El mensaje incluía a Cassie Sharpe, la campeona de la modalidad en Pyeongchang 2018 que no estuvo ni cerca de hacerle frente a la china. En su segundo intento Gu registró un total de 95.25 puntos, relegando el último esfuerzo de Sharpe (90.75) que le alcanzó para quedarse con la plata. Para reeditar el podio del superpipe de los X Games 2021, Rachael Karker se quedó con la medalla de bronce superando por 75 centésimas a Sildaru, que quedó a las puertas de su segunda medalla olímpica.
De esta manera Gu se consolidaba como la nueva cara mundial del deporte al convertirse en la única esquiadora acrobática en ganar tres medallas en la misma edición de una cita olímpica, en parte por su gran talento y, por otro lado, por ser la primera edición desde la inclusión del Big Air en el calendario. Antes esto era imposible ya que el aerial, el mogul y el ski cross son modalidades totalmente distintas que no comparten atletas con el slopestyle y el halfpipe. Además, se convirtió en la décima deportista en ganar una medalla de oro en Juegos Olímpicos de la Juventud de Invierno y uno de mayores, la primera de la generación de campeones de Lausana 2020 en conseguirlo.
Fuente: Reuters
Cuando su éxito deportivo parecía acallar cualquier tópico extra deportivo, desde el otro lado del mundo le llovieron críticas ya que sus medallas olímpicas fueron vistas como fugas del sistema estadounidense dado que su formación y su preparación las había realizado en Estados Unidos. Esta acusación se vio agravada cuando, una vez finalizados los XXIV Juegos Olímpicos de Invierno, se llegó a la conclusión de que sus dos oros y su plata le hubiesen bastado a la delegación norteamericana para finalizar en la tercera posición del medallero por encima de China. Su caso fue más resonante que el de Vic Wild, bicampeón olímpico en Sochi 2014 y bronce en Pyeongchang 2018 en esquí alpino bajo la bandera rusa, ya que ella tenía toda su vida hecha allí y sólo viajaba un mes al año a China, mientras que Wild se había asentado en Rusia en 2011 para vivir junto a su pareja y futura esposa Alena Zavarzina y para recibir el apoyo económico estatal que no conseguía en su país de nacimiento.
Lo cierto es que, sin importar los comentarios que hacen sobre ella, Gu se mantiene en su eje. Confía en que su postura de enfocarse en lo deportivo, dar mensajes alentadores de unión y esquivar las polémicas seguirá rindiendo frutos como hasta ahora. Será cuestión de tiempo ver si podrá mantener su aparente neutralidad hasta el día de su retiro o si algún día cometerá un error que le cueste algún contrato de patrocinio o un mayor número de críticas de alguno de los dos mundos que la rodean. Hasta entonces, lo único que debemos hacer es disfrutar del espectáculo que nos brinda.
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