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Philip Boit: el experimento de Nike que lo convirtió en leyenda

El deseo de publicidad de la marca deportiva y el deseo de transcender de un keniata se unieron para crear una historia de los Juegos Olímpicos de Invierno.

Por: Facundo Osa.

Nacer en Kenia y querer hacerte un nombre que te permita resaltar por sobre el resto de los mortales tiene un mismo desenlace en el 99% de los casos: entrenar para convertirse en atleta y sumarte a la extensa lista de campeones mundiales y olímpicos que este territorio del oeste de África ha proveído a lo largo de los años. Y es que ya se ha comprobado científicamente que los atletas de esos lugares tienen condiciones genéticas y geográficas que les permiten tener un entrenamiento y un desarrollo corporal sumamente superior al resto de sus competidores.

Es por esto por lo que Philip Boit, nacido en 1971, intentó seguir los pasos de las leyendas oriundas del Valle de Rift y comenzó a entrenar para convertirse en atleta. Pero, por todo lo que se explicó anteriormente, no alcanza simplemente con ser bueno para sobresalir entre tanta excelencia. Y Boit no tenía lo necesario para integrar el selecto grupo de deportistas que viajan alrededor del mundo representando a Kenia en las principales competencias de larga distancia a pesar de haber contado con la ventaja de tener desde pequeño los consejos de su tío Mike, medallista de bronce en Múnich 1972 en la prueba de 800 metros. Tanto él como su compañero Henry Bitok parecían estar destinados a una vida normal dentro de los parámetros de su lugar natalicio hasta que el destino golpeó sus puertas.

Foto: RTVE.es

Era un emisario de Nike, el gigante de la indumentaria deportiva, que en la década de los 90 se encontraba en plena “guerra” con Adidas por captar el mercado adolescente y juvenil, luego de haber ganado la pulseada en el básquet y el atletismo. Más precisamente se trataba de una yuxtaposición de slogans entre “Just Do It” e “Impossible is Nothing” y, para pulverizar al último, la marca se había propuesto el desafío de convertir a Boit o a Bitok en los primeros deportistas africanos en competir en unos Juegos Olímpicos de Invierno. Si bien es cierto que el esquiador senegalés Lamine Guéye había participado en la edición de 1984 en Sarajevo, este había vivido en Suiza desde los cuatro años, por lo que todavía faltaba un deportista africano que se preparara en su propio territorio, con todas las adversidades y complicaciones que eso conlleva.

Pero, como dice el párrafo anterior, la marca iba a convertir a Boit o a Bitok en atleta olímpico, no a ambos ya que Kenia sólo tenía un cupo para los Juegos de Nagano en 1998. Esto provocó que su relación de amistad empeorara con el correr de los días y con la cita olímpica cada vez más cerca, aunque nunca fue un impedimento para que entrenaran juntos. Debido a las contexturas físicas de los dos intentos de atletas de larga distancia, los directivos decidieron especializarlos en esquí de fondo para aprovechar la tracción de piernas propia de un corredor, que debía ser acompañada por un trabajo de fuerza en el tronco superior para acompañar el movimiento de empuje con los esquíes.

Comenzaron en Kenia en 1995 con un entrenador personal contratado por Nike y con esquís con ruedas para entrenar los movimientos básicos sobre tierra y concreto, método que emplean los esquiadores profesionales durante el verano europeo, pero los resultados fueron poco prometedores. Esto llevó a los encargados del proyecto a redoblar la apuesta y a relocalizar a ambos en Finlandia, al año siguiente, para que puedan entrenar en igualdad de condiciones que el resto de los deportistas de invierno. Esto significó un cambio brutal ya que ninguno de los dos conocía la nieve y ahora, gracias a un experimento de una de las empresas más grandes del mundo en las que iban a ser peones dentro de una “guerra” que los sobrepasaba, podían vivir una experiencia que muy pocos keniatas logran en su vida. Pero no había que dejar de lado que en el invierno finlandés tuvieron que lidiar con temperaturas de 17 grados bajo cero, cuando en su Eldoret natal rara vez el termómetro marcaba menos de 10 grados centígrados.

Al final del experimento fue Boit el más rápido, por lo que iba a tener el honor de convertirse en el primer keniata en competir en unos Juegos Olímpicos de Invierno. Debido a la gestión de prensa de Nike, desde su llegada a Japón estuvo en el foco de las cámaras y de las fotos y en la ceremonia de apertura la transmisión oficial lo enfocó mucho más que a otras naciones con delegaciones pequeñas por el impacto de su historia. Ahí estaba sólo frente a un Estadio Olímpico desbordado de espectadores, siendo el encargado de elevar por primera vez la bandera de Kenia en esta competencia, que volvería a repetir en dos ocasiones más aunque en ese momento todavía no lo sabía.

Cuatro días después se encontraba intentando dormir en su habitación de la Villa Olímpica ya que la lluvia que caía había despertado su nerviosismo por un motivo más que preocupante: en los más de 12 meses que entrenó en Finlandia no había tenido la posibilidad de entrenar con nieve mojada, por lo que nunca había experimentado la diferencia que implica tener una superficie más blanda que la nieve asentada. Y esto se vio reflejado el 12 de febrero de 1998 en la prueba de los 10 kilómetros. Dejando de lado el hecho de que nadie tenía un ápice de expectativas con el pobre Boit, su performance fue peor de lo que hubiese sido sobre un suelo más sólido. Largó último y, como se presumía, finalizó último no sin antes caer en repetidas ocasiones y llegando a más de 20 minutos de Bjorn Daehlie, el ganador de la prueba.

Lo curioso fue que cuando el público notó que había ingresado al último tramo de la carrera, todos comenzaron a gritar al unísono “Go Philip” y “Go Kenia”. Al igual que Eddie Edwards, el equipo jamaiquino de bobsleigh y, posteriormente, Steve Bradbury, Philip Boit se había convertido en un ícono popular de los Juegos Olímpicos de Invierno, de esos cuyas historias se seguirán contando en las transmisiones oficiales independientemente de la cantidad de años que hayan transcurrido desde su participación.

Eso le dio el último aliento para llegar a la línea de meta, donde lo estaba esperando el propio Daehlie, que había demorado el podio y la entrega de medallas para abrazar al keniata, algo que volvería a ocurrir en Sochi 2014 con Darío Cologna y el peruano Roberto Carcelén. La imagen recorrió el mundo y significó el inicio de una amistad que hasta el día de hoy sigue vigente y que perdurará en el tiempo ya que, luego de ese gesto, el novato africano nombró a su primer hijo Daehlie Boit en honor a su par noruego.

Con excepción de la performance deportiva, todo había salido a la perfección para ambas partes. Nike tuvo una exposición mediática mejor de la prevista y Boit se pudo dar el lujo de competir en unos Juegos Olímpicos y volver a su tierra como un héroe, por lo que extendieron el acuerdo de sponsoreo un año más. El objetivo era ver cuánto podía mejorar el keniata de cara al Mundial de Austria de 1999, pero, tal como dice el refrán, todo lo que sube tiene que bajar. Boit volvió a quedar solo y por lejos en el fondo de la tabla de clasificación y con el desvanecimiento del efecto sorpresa comenzaron a llover las críticas. Esto llevó a que Nike rescindiera el contrato y dejara al atleta a su suerte, pese a que él quería seguir entrenando para intentar clasificar a Salt Lake City 2002.

Volvió a Kenia, le pidió a su padre el adelanto de su parte de la herencia, vendió todos los inmuebles y animales que tenía a su nombre y con la ayuda de Daehlie, ya retirado de las competencias, entrenó para llegar a la próxima cita olímpica. Contra todo pronóstico superó el corte clasificatorio y, técnicamente, mejoró su producción de Nagano ya que arribó a la línea de meta en la antepenúltima posición ya sin atraer siquiera un poco de atención mediática. Dio otro pequeño paso en 2006 cuando en los Juegos de Torino finalizó por encima de cuatro rivales, la que terminaría siendo su mejor clasificación histórica en los Olímpicos ya que no pudo clasificar a Vancouver 2010. Tampoco pudo hacer lo propio para el Mundial de Oslo de 2011, revés por el cual decidió ponerle fin a su carrera deportiva, aunque esto no implicó alejarse del esquí. Participó en eventos benéficos junto a Daehlie y retornó a los Juegos Olímpicos en 2018 cuando fue designado como jefe de misión de la delegación de Kenia, que volvía a la cita tras dos ediciones de ausencia (2010 y 2014) de la mano de la esquiadora Sabrina Simader.

Foto: Olympic Channel

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