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La historia del medallista que robó la primera bandera olímpica

En Amberes 1920, y a raíz de una apuesta, Harry Prieste trepó el mástil donde flameaba la bandera olímpica. La devolvió, sí, pero 75 años más tarde.

La séptima edición de los Juegos Olímpicos celebrados en Amberes en 1920 tuvo la presencia de dos grandes deportistas de elite y amigos personales: el nadador hawaiano Duke Kahanamoku (futuro inventor del surf moderno) y el estadounidense Harry Prieste, de saltos ornamentales. Ambos ganadores del oro y bronce, respectivamente, su travesía en Bélgica tomó notoriedad por un hecho extremadamente particular.

Creada en 1914 por el Barón de Coubertin, la icónica bandera con los anillos olímpicos y fondo blanco se estrenaba en esta edición como símbolo de unión entre todas las naciones. Pero en la Ceremonia de Clausura desapareció misteriosamente.

Risa va, risa viene, Kahanamoku le dijo las palabras mágicas a Prieste: “A que no te animas a…”. Y así fue. Prieste trepó el mástil y bajó con la bandera en sus brazos. Sin saber qué hacer, se la guardó en su valija y aquí no pasó nada.

Los organizadores, incluido Coubertin, buscaron por cielo y tierra la bandera, que yacía con el saltador de regreso a Estados Unidos. Prieste, humorista por naturaleza, nunca se atrevió a desplegarla, ni a sacarla de la valija. Pasaron los años y la bandera olímpica no volvió a ver la luz del sol. El bromista, por su parte, llegó a trabajar en las comedias del cine mudo. Incluso trabajó con Charles Chaplin, haciendo de doble en escenas de riesgo.

Perdida en alguna parte del mundo, recién en 1997 se supo la verdad. En medio de un banquete organizado por el Comité Olímpico de Estados Unidos post Juegos Olímpicos de Atlanta 1996, Harry Prieste y los directivos actuales del COI fueron invitados al mismo. Dialogando sobre diversos temas vinculados al moviendo olímpico, el ya veterano saltador confesó sin más ser el autor material del robo del siglo. El ex medallista confesó que poca gente sabía que la bandera estaba en su poder, y que una fundación de California le llegó a ofrecer un millón de dólares por ella, pero él se negó.

Libre de cargo y culpa, la broma llegó a su fin y el COI, lejos de condenarlo, le obsequió una medalla conmemorativa y lo invitó a los Juegos Olímpicos de Sídney 2000.

Habiendo pasado más de 20 años del fin de la broma, la bandera olímpica se encuentra en la sede del COI central en Lausana, guardada bajo siete llaves.

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