Hockey sobre césped y pista

2 de abril: Agustina Gorzelany y la influencia de su padre excombatiente de Malvinas

“Nada me dejó la patria, me fui quedando a un lado. Ahora sé cómo es el juego, me entrenaron como a un perro”. Eso dice la canción 2 de abril, de Ataque 77, que narra algunas de las secuelas que dejó la Guerra en las Islas Malvinas en los soldados que combatieron en ella. ¿Cuánta representación podría encontrar un deportista en ese fragmento?

“Si mi viejo luchó en Malvinas, ¿cómo yo no voy a dejar el alma dentro de la cancha?”, declaró la leona Agustina Gorzelany en 2023. Su papá, Alejandro, formó parte del grupo de Defensa Aérea de Ciudadela, Batería B, y llegó el 29 de abril de 1982 a la Península Camber, frente a Puerto Argentino. “Por supuesto, no le llego ni a los talones a mi viejo porque yo represento al país desde un lado más ameno y más lindo”, siguió.

El hecho de tener tan cerca la historia de un excombatiente de Malvinas, no sólo sensibiliza a Agustina, que confesó en La Nación que todos los 2 de abril se larga a llorar, sino que fue un pilar importante a la hora de construir su carácter adentro de la cancha. “Había una conexión con Argentina, con representar al país”, comentó. Pero la jugada del destino no terminó ahí.

Cuando en la Guerra hubo rendición, todos los soldados argentinos fueron obligados a tirar sus pertenencias al suelo para viajar con los ingleses. Fue en ese momento cuando Alejandro Gorzelany, con 18 años, perdió su casco entre pilas de municiones, fusiles y cinturones.

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Hace aproximadamente 7 años, un coleccionista escocés lo contactó por Facebook: “Tengo tu casco de combate”. Edward Goodall lo había comprado para sumar a su variedad de artefactos de guerra, pero en cuanto lo revisó en profundidad, leyó escrito con birome el nombre del exsoldado.

Alejandro lo visitó en Plymouth, Inglaterra, y Goodall no sólo le devolvió el casco, sino que también le obsequió algunos objetos como recuerdo de la guerra: una plaqueta y una espada. Todos esos elementos, y algunos más, hoy están en una vitrina en la casa de los Gorzelany.

Su madre se encontraba mirando esa misma vitrina cuando notó un detalle muy particular: el casco de su marido tenía grabado el número 3, misma dorsal que su hija utiliza desde hace años en Las Leonas por pura casualidad; fue la camiseta que le tocó en un Panamericano Sub21.

“Ahí, obviamente, nos pusimos como locos viendo que coincidía con mi número. Siempre sentí la camiseta; pero tras conocer ese detalle, el dorsal adquirió otro significado. Es como que tengo a mi papá siempre conmigo”, narró Agustina para La Gaceta.

Entrega y sacrificio por su Patria, generalmente sin recibir nada a cambio. Es como si los Gorzelany, padre e hija, hubieran nacido con la misión de representar al país de alguna manera; una, desde un espectacular presente deportivo, y el otro, durante una de las épocas más trágicas y oscuras que transitó Argentina.

Fotos: Infobae, Deportes hoy

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