En el cumpleaños de Luis Scola, un breve repaso de su basta carrera profesional. Su postura frente a la política del deporte y su eterna entrega a la Celeste y Blanca.
Por Sol D’Amato
Luis Scola cumple 41 años. En un país donde se cuestionan todavía a algunas profesiones por la edad, el Capitán continúa en un básquet de altísimo nivel. Juega en la Lega A italiana, es pieza clave de su equipo Varese y es indiscutible para Tokio 2020.
Scola, además de ser un referente innato del básquet argentino, es ejemplo para chicos y grandes, amantes o no de la naranja. En el libro que acaba de salir a la calle “El abanderado”, se ha entrevistado a diversos deportistas para que intentaran describirlo. «Cada vez que lo escucho, siento una profunda admiración. Necesitamos muchas personas como él», declaró Gabriela Sabatini. «Tiene una mente poderosa que contagia y una pasión que lo hace ser mejor cada día», aseguró Luciana Aymar. «Es el basquetbolista más importante de la historia argentina», confesó nada más y nada menos que Manu Ginóbili.
Nació rodeado de básquet. Su padre Mario había sido su espejo, y siguiendo sus pasos jugó en el club Ciudad de Buenos Aires, para pasar años más tarde a Ferro, donde tuvo su debut profesional, con 15 años. A los 18 ya estaba en España: el Gijón Baloncesto lo albergó dos años, donde logró el ascenso a la Liga ACB, desde la segunda división. Al Saski Baskonia le dio 7 temporadas, donde obtuvo títulos locales.
Paralelamente se afianzaba en la Selección Nacional. Fue subcampeón de Indianápolis 2002, oro olímpico en Atenas 2004 y en el medio, pick 56 del draft por parte de San Antonio Spurs, también en 2002.
En 2007, los conducidos por Popovich lo ceden a Houston Rockets, donde fue figura hasta 2012. Su foto aún hoy está en las paredes de las instalaciones de la franquicia. Luego, tuvo temporadas en Phoenix Suns, Indiana Pacers, Toronto Raptors y Brookyn Nets.
Siendo pieza clave de la Generación Dorada y enlace del Alma y del Legado, Scola no dejó de participar de las competencias internacionales que la Celeste y Blanca le demandaban. Fue medalla de Bronce en Beijing 2008, participó también en el cuarto puesto de 2012 y el equipo que vio la despedida de Ginóbili en Río 2016.
En 2018, en la preparación para el mundial de China, decidió aceptar la oferta del país oriental y jugó en dos equipos: Shanxi Zhongyu y Shanghai Sharks. En 2019, obtuvo el subcampeonato del mundial y el oro del Panamericano en Lima.
Más allá de sus albores, su presencia con la camiseta 4 de la Selección ha sido uno de los motivos de más preocupación cuando se suspendieron los Juegos de Tokio del año pasado. Su participación o no si había que aguardar un año más para disputarlos, fue pieza de tensión en plena pandemia. Pero él demostró con hechos que 41 años no son nada: luego de pasar por el Olimpia Milano de Italia, el Pallacanestro Varese lo adoptó el año pasado, alargando la vida deportiva del Capitán, y la esperanza de todo el pueblo argentino.
Además de demostrar solidez en la cancha, también lo hizo fuera. Sus declaraciones son siempre las más buscadas por los medios de comunicación cuando algo sucede en la dirigencia del básquet nacional. Se ha puesto la camiseta de sus compañeros cuando había rispideces entre las partes, ha sido también el abanderado de los que no tenían voz en situaciones extremas, y visibilizó casos de corrupción en la gestión anterior, antes de que la CABB fuera intervenida en 2014/2015.
Firme a sus principios, emblema argentino, jugador excepcional y mejor deportista dentro y fuera de la cancha, Scola ilusiona con su talento intacto, con su solidez y con la necesaria participación en los próximos Juegos, de los que, tal vez, no sean los últimos momentos de Luifa en una cancha… Solo él, y su talento, tienen la llave que cierre la puerta de 25 años de puro básquet profesional.
Fotos: Sol D’Amato