Con la derrota frente a China, la Selección femenina de vóleibol se despidió de los Juegos Olímpicos.
Por Matías Montoya
A nadie le gusta perder, menos a ellas. Las Panteras han demostrado ser desde el ciclo olímpico anterior, una Selección con todas las letras.
Si bien el paso por estos Juegos no ha sido como el que ellas esperaban, sí se puede decir que han ganado el respeto que se merecen gracias al sacrificio y el trabajo realizado desde la obtención de la plaza en Bogotá, hasta estos días.
El grupo dentro de los Juegos ha sido durísimo, con rivales que se encuentran entre las mejores selecciones del mundo, como es el caso de Turquía (3° en la última VNL) o el de China (última campeona olímpica). Con decir que a las asiáticas les costó tanto la clasificación a cuartos que quedaron en la puerta de ella.
Pero, ¿qué le falta a las Panteras para dar el golpe final? Una base sólida. Y esa base sólida se consigue únicamente con una liga argentina profesional y federal. Las herramientas están dadas para que esto se pueda lograr, sólo falta que dirigentes se sienten a discutir las bases para que dicha liga, que está en vigencia pero tuvo muchos sobresaltos producto de la pandemia, pueda crecer y ser el futuro semillero de las selecciones de base y mayor.
No todo lo que brilla es oro.
Pero el punto no es ese, sino la primera frase del primer párrafo. Somos exitistas, pero nadie sabe cómo llega un atleta argentino hasta un Juego Olímpico. Nadie.
Las chicas han dejado sus clubes para poder entrenar todos los días en dos sesiones. Pero sin roce, es muy imposible poder ver los puntos altos y bajos de la Selección. Para Hernán Ferraro fue casi un milagro poder llegar a la altura de las circunstancias a Tokio.
La pandemia ha dejado estragos. No sólo en la salud, sino también en lo deportivo/dirigencial. Pero dirigiencial nos referimos al papel que el gobierno ha tenido para con nuestros atletas. Se perdieron seis meses (o un poco más) hasta que se dignaron a pensar que el deporte no es algo perjudicial, sino todo lo contrario.
Pero la base está, sólida o no, está. Chicas jóvenes que hicieron su bautismo en un Juego Olímpico es algo imprescindible. Es una marca que quedará eternamente. Y su lucha por llegar a ese lugar es sinónimo de sacrificio y temple.
Despedida a medias.
Estos tres apellidos quizá no se los nombre más dentro de las elegidas por el seleccionador argentino. Se despiden, pero no tanto. Ahora vendrá el sudamericano que clasificará al próximo Mundial. Puede que ese sea la última función.
Desde este medio, podemos decirles gracias a las 12 jugadoras que dejaron todo. Y no solamente dentro de la cancha, sino también fuera de ella.
Porque el argentino no solo es exitista, sino que también mantiene ese arraigado sentimiento familiar y de amistad que es muy difícil de soltar. Estar más de dos meses fuera de los seres queridos es difícil y complicado.
Por eso debemos quedarnos con lo que hay ahora: una Selección femenina de vóleibol que supo estar dentro de la elite de su deporte. Y sin jugar partidos internacionales, algo que seguramente hubiera cambiado por completo los resultados obtenidos y la fecha de retorno a la Argentina.
Salud por nuestras Panteras. Ojalá que haya muchas más.
Fotos: Martín Waichman para AAD.